Podríamos parafrasear el refrán y decir: “Dime cuáles son tus conexiones y te diré quién eres…” ¡Sin conectarnos, no sabemos vivir! Solo crecemos, maduramos, llegamos a ser personas cuando entramos en relación.
Si pierdo la conexión, ¡estoy perdido! Pongo en marcha todas mis capacidades para recuperarla. Estoy dispuesto a hacer cualquier cosa por conseguirla.
Éste va a ser nuestro objetivo para este curso: ¡No perder la conexión! ¡Cuidar nuestras conexiones! Invertir nuestro tiempo, nuestras energías por mejorarlas.
Nuestro corazón tiene un deseo de infinito (huella de su Creador) que anhela relaciones hondas, que toquen nuestras raíces, que permiten compartir la verdadera vida.
“Así como te preocupa no perder la conexión a Internet, cuida que esté activa tu conexión con el Señor, y eso significa no cortar el diálogo, escucharlo, contarle tus cosas…” (CV 158), como haces con tus mejores amigos, con tu familia… con la gente que te importa.
Desde que amaneces hasta la noche, ¡vive conectado!
• con tu interior más hondo, donde habita Dios,
• conectado con las demás personas, más cercanas o más lejanas,
• conectado con la naturaleza, con nuestro Planeta, que tanto necesita de nuestro cuidado.
Conectarse al Infinito, a lo más alto, a lo más hondo ¿no suena apasionante?
¡Empecemos!
María Luisa Costa, Rp.